Ahh Sayulita...

Ahhh Sayulita, su playa amiguita, aún cuando ya dejó de ser un pueblo sin nada qué hacer para convertirse en una pujante economía pueblerina globalizada, no deja de ser un paraíso para mí.

Los recuerdos se tornan borrosos y se convierten en una masa de secuencias de una gran pachipeda (o pachepeda, el término que usted prefiera).

El jueves se nos durmió el gallo y salimos por ahí de las 10, me encanta la carretera en esta época del año, todo está verde, el verde es vida la neta. Ya se la saben, hay 2 tramos en los que no se puede rebasar nada y es de a huevo que te vas a encontrar con un camión de esos pesados que van a vuelta de rueda subiendo entre curva y curva y pues ni modo, a escuchar música, literalmente andar entre las nubes, y disfrutar del paisaje.













Nos tocó algo de lluvia pero con la vista que hay de la selva antes de llegar a Las Varas tiene uno para relajarse, hay tramos en los que las copas de los árboles a uno y otro lado se tocan haciendo un túnel de hojas por donde pasan pequeños haces de luz y se ve todo poca madre, y si encima traes música que te llegue o te prenda pues no hay pedo con el tráfico.












Y entre esto y lo otro nos dieron las 2 de la tarde cuando entramos a Sayulita, su playa amiguita, Luthien y Mema ya nos estaban esperando desde las 9 y estaban en la playa. Llegamos a Casa Los Arcos a dejar las cosas y nos lanzamos a comprar víveres de una vez y recogerlos en la plaza del pueblo.

Armados con pisto y comida, y ya relajados pudimos inspeccionar el ambiente, no mames, la casa está poca madre. Es la última casa que se ve en la orilla izquierda de la bahía, arriba de un risco con sus 4 arcos característicos. La casa está divida en 3 villas, una en cada piso.






La que rentamos es la del medio que tiene una terraza enorme, como para una buena pedota con unas 50 personas, y tiene una vista increíble de la bahía (eso sí, por la ubicación, los atardeceres no nos tocaban, ja). En realidad la ‘villa’ podría decirse que es una terrazota con 2 cuartos enormes. La cocina, el comedor y la sala aunque están techadas son al aire libre y forman parte de la terraza, que tiene una hamaca y unos camastros. El cuarto que nos tocó a mí y a la puchona tenía un baño con vista a la playa bien chido, lo malo es que la regadera era como una especia de refugio nocturno de cangrejos que se ponían a la defensiva cuando nos bañábamos, jajaja.



La casa tiene una alberca chiquita a un costado de la terraza desde donde se ve la bahía y tiene un acceso a una playita muy pequeña con rocas y un cachito de arena entre la bahía de Sayulita, su playa amiguita, y la Playa de los Muertos, que es la playa en donde está el panteón del pueblo.





Entre la alegría de vernos, y la emoción de estar en la playa a las 3 horas ya estábamos todos bien pedos. Pero en serio, no mames, a mí todo me daba vueltas y ya el hambre estaba cabrona, así que nos fuimos a comer una mariscada a un restaurante en el pueblo que estuvo decente a secas.

Luthien es una muy buena amiga del DF. La conocí aquí en Gdl mientras estuvo casada con un compañero del trabajo con el que solía ponerme unas muy buenas pedas. Eran recién casados y recién llegados a la ciudad y su casa se volvió en el lugar preferido de pedas de fin de semana y fiestas de la chamba.

De hecho el día que nos conocimos fue en las famosísimas 24 hrs de Le Mans, evento que se realizó en su casa pero que en realidad se convirtieron en 48. El reto era permanecer en la peda 24 horas seguidas, el banderazo de salida se dio el viernes por ahí de las 9 de la noche. Yo la verdad es que no estuve desde el inicio porque me enteré de todo el asunto unas 12 horas después el sábado por la mañana, pero sí llegué a despertar gente para repartir las primeras chelas de la mañana, jajaja.

El viernes en la noche poco a poco todos fueron cayendo menos un cabrón, que estuvo de guardia pisteando mientras veía la tele pero no duró mucho solo porque para cuando le dio sueño, por ahí de las 7 de la mañana, el Rodro ya se había levantado a destapar la primera de la mañana y relevarlo. Yo llegué a comprar una barbacoa estilo hidalgo que vendían a la vuelta de casa de Luthien y ahí desayunamos todos juntos con chela en mano y un partido de futbol en la tele.

Pasado el mediodía se corrió la voz de la hazaña en trámite y poco a poco fue cayendo la banda, la puchona llegó por la tarde con ganas de ponerse bien pedota recuerdo, aunque en esa época ella y yo no pasábamos de ser compas de la chamba y amigos de peda. Yo recuerdo que ya de madrugada empezó a caer banda que nomás andaba buscando la peda pero que era el amigo del amigo del vecino y había casa llena, algunos hicieron trampa con reuniones en el baño para compartir una línea pero pocos hasta eso. La música suene y suene y hasta movieron el comedor para poder bailar.

Igual que el viernes fuimos cayendo uno por uno, claro no todos se quedaron a dormir pero yo sí le llegué a la cama por ahí de las 4:30. Unas 5 horas después la música me despertó y bajé a ver qué pedo y alguien había llevado tortas ahogadas a las que les llegué con singular alegría acompañado de una chela. Luthien, que llegaba ese día después de un viaje por Europa y otros tantos días en Morelia con su familia, le llamó a su marido para avisarle que llegaba como a las 4 de la tarde para que pasara por ella a la central pero este wey que había aguantado bastante para la 1 apagó el switch en un sofá de la sala y ni con todo el ruido de la música podíamos despertarlo de tan ahogado que andaba (era de esos cabrones que se les botaba la canica ya pedo), así que una amiga me pidió que la acompañara a recoger a la newly wed a la central.

Después de recogerla y explicarle que su maridito no estaba en condiciones y contarle del evento que estaba sucediendo en su casa lo primero que le preguntó a mi amiga, que ya se conocían, fue si había mota pero nel, puro pisto y coca, le contestó. Luthien puso cara de asco y dijo ‘guácala, esa madre me caga, a mí me gusta la motita’ y ya con eso de entrada me cayó bien, jajaja. Volteó hacia mí en el asiento trasero y muy seria me dice ‘¿tú sabes dónde venden mota?’ Y el resto es historia.

Así fue como conocí a Luthien.

Hace mucho que no viene a Gdl y como cada que la veo en el DF se lo reclamo, me habló para avisarme que tenía una semana de vacaciones y quería vernos, pero no quería venir a Gdl así que nos propuso ir a Sayulita, su playa amiguita, aunque yo nada más pude 4 días. Ella se fue a Vallarta los primeros días con sus padres, su hermana y Mema, su primo y quedamos de vernos el jueves en Sayulita, su playa amiguita.

Mema, su primo, es un wey de unos 23 años que me cae muy bien. Luthien lo quiere mucho pero en un tono maternal así que lo cuida y lo consiente y nos preguntó si no había pedo que se lo llevara al fin y al cabo había mucho espacio, cosa que aceptamos con mucho gusto, hace mucho que no lo veía. Él es un cabrón un poco tímido e inseguro creo yo, porque así lo hizo su padre. Creo que es un cabrón muy talentoso y se me hace inteligente pero creo que está mal enfocado y eso hace que no brille. Es difícil destacar en una familia como la de Luthien, que está llena como de artistas y docentes intelectuales, su mamá es maestra de canto y está por terminar su doctorado en Madrid becada, y su padre es maestro de orquesta y alguna vez fue director de Bellas Artes y de música de algunos estados. Tiene una hermana que es guía Montessori y un hermano que es director de cine y tv, y maestros, muchos maestros.

Mema recibió maltrato psicológico durante su infancia y adolescencia creo yo, por parte de su padre. Vivía con él y su esposa, que no es la madre de Mema y tenía muchos problemas porque su papá no lo bajaba de pendejo tengo entendido. Mema entró a estudiar Matemáticas en la UNAM pero aún cuando el wey es muy inteligente sus broncas familiares se reflejaban en al escuela y como en casa de los padres de Luthien había suficiente espacio mejor se fue a vivir con ellos. Luthien un tiempo después se fue a vivir a un depa porque decía que después de vivir de casada en Gdl se sentía raro regresar a casa de sus papás.

Y bueno, creo que ya me desvié demasiado y ya entendieron quiénes son ellos, jajaja, basta de Luthien y Mema.

Ya en la noche cayeron unas amigas de Luthien que casualmente estaban chambeando un tiempo en Punta de Mita, unas arquitectas, muy buen pedo la neta.

Estuvimos un rato en la alberca y luego en la terraza platicando. Ya más tarde nos pusimos a jugar maratón, sí, ese juego ochentero que ahora trae preguntas quesque actualizadas hasta diciembre del 2007. Cuando salió mi papá lo compró y durante un buen rato jugábamos los domingos o cuando íbamos a la sierra, mi papá siempre nos ganaba, jajaja, la verdad es que jugábamos otras cosas también como el rummy, cartas, dominó, decimales, damas y esas cosas.

Ya un poco más grandes nos dio por jugar Risk, que siempre terminaban en discusiones de que si fulano estaba aliado con zutano y estaban chingando al otro, jajaja. Era muy divertido.

Siempre nos gustaron los juegos de mesa, pero acá en Gdl dejé de jugar hasta hace poco con la puchona, no jugamos muy seguido pero de vez en cuando nos echamos un rummy o un dominó, ajedrez casi no le gusta, y antes de irnos de viaje compramos el maratón.

Luthien se frustró un poquito porque les puse una arrastrada, jajaja, bueno hasta eso la Puchona quedó siempre en segundo lugar, pero de suertudo y ñoño y sabelotodo no me bajaron.

El viernes por la mañana nos fuimos de compras a la tienda para hacer el desayuno y Luthien se ofreció a hacer chiles rellenos de atún que le quedaron riquísimos para la comida/cena. Yo aporté con el arroz, jeje.


Después de desayunar unos huevos rancheros la puchona y yo nos echamos a leer pero como que Luthien estaba aburrida y no nos dejaba de ‘estar chingando’ como decía ella para que la peláramos. A mí me sucedió algo raro, no me podía relajar. No sé por qué o qué, me sentía como estresado, como que no me permitía relajarme porque sentía que ‘tenía que hacer algo’ o como si tuviera que ir más tarde a la oficina, y constantemente pensaba en la chamba.

Por ahí del mediodía la puchona me preguntó que qué tenía porque no me estaba quieto y los demás también le preguntaron, pero no sé, el estrés no me dejaba desconectarme supongo.

Por la tarde bajamos a la playa y ya no salimos de ahí para nada. Esta vez estuvimos pisteando vodka en vez de chela porque la del jueves estuvo muy ruda. Después de cenar los chiles y el arroz unos fuegos artificiales en el cielo coronaron la noche, sepa la chingada por qué o qué, pero se veían poca madre. Luego quisieron la revancha en el maratón pero se la volvieron a pelar bien y sabroso, jajajaja. Luthien se defendió un poco más al principio pero la puchona quedó nuevamente en segundo. Mema abortó la misión luego luego porque se aburrió pronto. No recuerdo a qué horas nos dormimos pero Luthien y Mema se quedaron jetones en la sala cuando le dije a la puchona que ya había que meternos, habrán sido las 3 o las 4.

Al día siguiente nos levantamos un poco más tarde, pasadas las 10 yo creo para desayunar. Mandamos a Mema por una chelas y regresó con la noticia de que había ley seca en Nayarit porque al día siguiente había elecciones y entonces estaba decidido, teníamos que ir a Vallarta, jajajaja. Todo por el alcohol.

Nos lanzamos y al cruzar el puente hacia Jalisco, en el primer Modelorama que nos encontramos estaba atascado de nayaritas sedientos, además nosotros queríamos vodka así que nos lanzamos hasta el primer súper que encontramos. Ya aprovisionados regresamos a Sayulita, su playa amiguita a comprar unos parguitos para freir y un kilo de camarones que hicimos cocidos así para pelar en la mesa, aunque en todo el chistecito de ir y comprar y regresar al depa habremos perdido unas 3 horas.


Estuvimos un buen rato en la alberca hasta que llegó la noche y mientras las mujeres se encargaron de la cocina yo me eché una jetita. Me desperté justo a tiempo para los pescados y los camarones, jajaja pinche comilona estuvo de lujo y todo baratísimo. A media comida llegaron las amigas de Luthien pero dijeron que ya habían comido y nos dimos a la dificilísima tarea de terminar con toda la comida, aunque sobró uno de los pargos, je.


Esta vez no quisieron quedarse y después de un rato de pisto y plática enfilaron rumbo a Punta de Mita. Los fuegos artificiales se hicieron presentes nuevamente en la terraza mientras comenzaba a lloviznar. El cielo se veía cerrado y estaba relampagueando en el mar. Nos quedamos un rato pisteando y escuchando música hasta que un poco más tarde empezó a llover y recogimos todo y nos fuimos a dormir.

Estábamos súpitos cuando el trueno más cabrón que yo he escuchado en mi pinche vida nos despertó con un susto que casi pegamos el grito y un destello cegador me hizo agarrar la onda de dónde estaba y eso. Estaba cayendo un tormentón impresionante, y el viento soplaba cañón. Al día siguiente nos despertamos como a las 11 y la terraza amaneció hecha un desmadre, con los cojines empapados y llena de hojas que arrastró el viento y la lluvia.

Después de desayunar llegó la dueña y estuvimos platicando un rato y ella nos confirmó que tenían un pararrayos en el techo y que la noche anterior había caído uno. Luego hicimos las maletas y apenas cuando uno se está comenzando a relajar vuelta pa’ atrás. Nos tocó bastante lluvia y un poco de tráfico, Luthien y Mema se regresaron con nosotros y luego de comer una carne en su jugo y ver el final de temporada de Lost que Luthien no había visto ella y su primo tomaron un taxi a la central para tomar el autobús al DF.

Y así fue nuestro fin de semana largo en Sayulita, su playa amiguita, refrescante pero una probadita al fin y al cabo, con ganas de quedarse uno mucho más tiempo pero ni hablar, yo sé que pronto volveré a la playa.

Ahí se ven perros.