domingo, febrero 04, 2007

el día que me cayó una vaca encima

Yo soy el mayor de 3 hermanos, varones todos. Al parecer mis padres eran muy calientes o tenían mucha prisa pues mi madre se embarazó de nuevo a los pocos meses de haber nacido yo. Tenía 1 año y cinco meses cuando mi hermano (lo llamaré Sport Billy) nació. Cuentan mis padres que me costó trabajo aceptarlo, que le hacía maldades y cosas de esas, yo no lo recuerdo en realidad. Yo tengo el recuerdo de mi hermano como mi compañero de juegos, aún cuando parecíamos polos opuestos. Yo era un poco más moreno, con el cabello oscuro y lacio, nariz fina, ojos grandes y café oscuro, serio, un poco tímido, con anteojos desde kinder hasta segundo año de primaria, que le gustaba leer a Tom Sawyer, los de Julio Verne, historias de piratas y esas cosas, que se la pasaba horas dibujando y pintando; mi hermano era de piel apiñonada, con cabellera de rizos rubios, nariz de bolita, más trompudo que yo, de ojos castaños, siempre risueño, muy inquieto, todo el tiempo haciendo caras, y brincoteando de un lado para otro, bueno para todos los deportes, le gustaban los comics no los "libros de letritas". Con todo y todo jugábamos todo el tiempo juntos, nos bañábamos juntos incluso. Él siempre andaba arriba de los árboles, brincando de rama en rama con una naturalidad digna de un mono, saltando azoteas, trepando rejas y bardas por donde sea, siempre terminaba superándome en los videojuegos y en cualquier cosa que se requiriera destreza y coordinación. Curiosamente el de los golpes era yo, mi infancia estuvo marcada por las costras en las rodillas y codos, quemaduras, caídas, atropellamientos y demás, eso sí nunca he pisado un quirófano, pero era de llamar la atención que el que se la vivía expuesto al peligro era mi hermano yo casi no, y en el momento en el que se me ocurría hacerle segunda era cuando me accidentaba, invariablemente.

Por principio de cuentas teníamos mucho espacio para jugar. Vivíamos en una mezcla entre vecindad y privada; un conjunto de cuatro casas con un patio amplio con jardineras, un limón y un guanábano, unidos a la calle por un pasillo largo de no más de 3 o 4 metros de ancho que nos servía de pista de carreras en nuestros juegos, además en ese entonces uno podía andar por la calle y perderse por horas sin que sus padres se alarmaran ni que le pasara nada. El pasillo era contiguo a una casa muy grande que pertenecía a un Doctor y su familia, compuesta por su esposa, 10 hijos y un perro llamada Once. En la parte trasera, que era la que colindaba con las casas, tenían un patio enorme con una cancha de básquetbol, unos columpios, palmeras y mangos, testigos todos de muchas aventuras que vivíamos en nuestro mundo.

En una ocasión estábamos todos los vecinos jugando a las escondidas y en una ronda decidimos salir a escondernos hasta la calle, yo seguí al Ricardo, un vecino que era unos 5 o 6 años mayor que yo pero mentalmente menor, debido un ligero retraso. En la esquina de la casa estaban demoliendo un edificio para contruir un Conalep, que era un esfuerzo del gobierno por tener mano de obra técnica calificada, ante la imposibilidad de ofrecer a todos una educación gratuita universitaria. Al doblar la esquina para escondernos vimos una máquina barredora, de esas que usa el Ayuntamiento que esparcen el polvo más que barrerlo. El Ricardo se trepó a la barda del edificio para ver la máquina y desde ahí me dijo que tenía dos volantes. Nunca había visto un vehículo con dos volantes así que decidí trepar para verlo por mí mismo. La barda estaba hecha de hormigón y debido a la demolición tenía agujeros en los que te podías apoyar para treparla, debía tener unos 3 metros de altura. Trepé hasta un costado de donde estaba el Ricardo y me agarré con las manos de la parte superior de la barda. Giré mi cabeza para ver el interior de la máquina y al hacerlo me colgué con los brazos hacia atrás. Mientras contemplaba la pendejada de los 2 volantes sentí como la barda empezó a tambalearse y de repente se me vino encima. El Ricardo se estaba bajando en ese momento pero yo no alcancé ni a voltear a ver qué pasaba y solamente sentí un golpe muy duro en la espalda y un peso que me aplastaba el pecho. Tenía la imagen un poco borrosa y alcancé a ver a unos albañiles quitando ladrillos; uno de ellos me alzó en sus brazos y le preguntó al Ricardo que dónde vivía. Cuando entraron al pasillo que llevaba a la casa el Ricardo le gritó a mi hermano que me había caído una barda encima, que le avisara a mi mamá.

Cuando me recostaron en mi cama mi madre me preguntó que dónde me dolía, y yo le señalaba que en la espalda. Entre las vecinas discutían qué hacer y una de ellas le comentó que me tenían que llevar a que me sacaran radiografías. Todas entraron al carro y nos acompañaron con el Doctor. Recuerdo que sentía mucho frío recostado en la plancha frente a la máquina de rayos X, que yo tenía mucho sueño y que mi mamá me suplicaba que no me durmiera pues las vecinas la asustaron con eso de que era malo que me durmiera. Mi madre entró con el Doctor después de platicar a solas con él y entonces el Doctor me dijo que quería hablar conmigo. Me dijo que había sido muy afortunado, que había recibido un golpe muy fuerte en la columna y que tenía una lesión muy pequeña en la parte baja, que soldaría sola mientras no hiciera mucho esfuerzo físico, pero que si el golpe hubiera sido unos cuantos centímetros más abajo que me hubiera lesionado un nervio y probablemente habría quedado paralítico de por vida. Eso se me quedó grabado en mi mente de escasos 6 años, me quedé impactado. Quizá ni era cierto, quizá queria asustarme solamente para que no anduviera haciendo pendejadas pero lo que sí sé es que me impresionó.

A las semanas ya estaba en la calle otra vez, con la bola de la cuadra. Sentía dolor al caminar con el pie izquierdo pero cojeando podía andar detrás de todos, aún así me pareció extraño y le comenté a mi mamá que todavía sentía dolor cuando apoyaba el pie. Tan preocupado por mi espalda estaban que jamás se les ocurrió pensar que podía tener algún otro golpe. Finalmente el doctor nos mostró la radiografía de mi pie con la que nos explicó que me había fracturado los últimos tres dedos pero que como ya habían pasado tantos días que ya me había soldado. Lo único que podía hacer era volver a quebrármelos y enyesarlos, o dejarlos así. Le aseguró a mi madre que en realidad no me habían soldado tan mal pero que iba a tener que dejar de apoyar el pie por unos días si quería que sanaran pronto.

Años después, una vez recordando esa anécdota dice mi Mamá que cuando mi hermano entró corriendo buscándola ella le entendió claramente cuando le gritaba que mí me había caído una vaca. Dice que por más que lo intentaba no podía imaginarse una escena donde a mí me hubiera caído una vaca encima, jaja.

Y pues ya, eso es todo. Ahí se ven perros.

5 comentarios:

JOHNNY INGLE dijo...

Y yo a leer y leer, esperando que la vaca hiciera su estelar aparición, y al final vaca no había.
Una vaca lechera sí te habría aplastado bien la columna, y o bien te hubiese dejado paralítico de por vida, o bien se te hubieran quitado para siempre las ganas de beber leche.

A mí sí que me aplastó un poco una vaca. Estaba yo solo, a la hora de la siesta, me acerqué donde la vaca y jugué a sacarle el estiercol, yo era muy pequeño, tres cuatro años lo más. Yo concentrado y en esto la vaca se rotó y me pisó con su pezuña y todo su peso sobre mi joven pie. Intenté empujarla pero nada, era humillante, yo atrapado por la mole de una vaca, y no había solución. No me acuerdo, de alguna forma me liberé, y en adelante me convencí que no era tan divertido jugar a quitarle mierda a la vaca.

Saludos,

perro del mal dijo...

Eso es lo bonito Johnny, el gancho para que llegues al final, jajaja. Yo creo que mi fantasía sería escribir un post estilo David Lynch, en el que empieza la historia y no entiendes nada, como a la hora crees que empiezas a entender algo, durante el climax te confundes porque realmente no sucede lo que tu esperabas y entonces justo cuando piensas que ya podrás descifrar todo pues ya no queda mucho tiempo y tendrá que llegar el desenlace te encuentras a ti mismo saliendo del cine preguntándote exactamente lo mismo porque el señor director nunca cerró el círculo y el final te dejó con más dudas que respuestas. Tu primera reacción es de enojo, claro, ¿quién demonios se cree que es el señor Lynch para dejarte con esa duda que te carcome? y días después lees en una entrevista que el Sr. Lynch solamente te estaba jodiendo un poco, y que el final es solamente la interpretación que tú le quieras dar porque después de todo... ¿quién demonios es él para darte todo masticadito y en la boca? ¿Quién es él para decirte lo que debes pensar al final de la película? Terminas un tanto agradecido con el señor.

Claro, yo estoy muy lejos de lograr algo así, jaja.

Por otro lado... ¿jugar a sacarle la mierda a una vaca??? Muy chico para ser coprófilo, jejeje. Pero aprendiste la lección, yo en tu lugar le habría metido hasta la mano para que se moviera, más vale maña que fuerza, ja. O quizá si le hubieras invitado un trago antes de intentarlo no habría puesto oposición.

Saludos cromáticos mexicanos.

chokkolatt dijo...

Jajajaja
No mancheeeeeeees Perroooo!!!
Yo también estaba esperando la aparición de la vaca voladora, o del lanzamiento de vaca o de la práctica de paracaidismo de las vacas, o ya de perdida alguien tratando de subir una vaca a no sé dónde chingados (así como la caja fuerte que siempre cae en las caricaturas... o el yunque, en este caso una vaca) aunque pensándolo bien, en cualquier caso habrías muerto o estarías paralítico (por lo menos). Creo que el doctor mató dos tiros de un pajarazo con lo que dijo. Efectivamente en la columna unos milímetros pueden hacer esa diferencia, y la otra, es que ha de haber dicho "ah pinche escuincle, a ver si así se asusta y se le quita lo 'intrépido' (no se me ocurrió otra palabra), inche mocoso del c..." (bueno, exageré con lo último).
Chido tu relato de todos modos para llegar a su conclusión jeje.
¿Te has vuelto a subir a bardas?

Johnny: no tengo palabras para tu diversión con la vaca.

Ai se ven.
P.D. Terminando este breve comentario me mudo a la nueva versión de Blogger, sí, Blogger me está obligando, ya no puedo hacerle nada, sólo me aparece cambiarme a la otra versión haga lo que haga. Así que si mi blog desaparece o lo encuentras muy cambiado o aparecen posts buenos (esto último indicaría que Blogger puso a otro a postear), pues ya saben a qué se debe. Me deseo mucha suerte jeje.

perro del mal dijo...

Iba a contestarte pero supuse que iba a corre la misma suerte, acabo de mudarme, sin dolor hasta eso, solamente que no me gustó eso de tener que entrar con una cuenta de google. También fui a tu blog y se ve todo igual hasta eso.

Sí me he vuelto a subir a las bardas pero ya me la pienso más.

Mónica Román dijo...

que risa con tu mamá y la vaca inexistente...

saludos